Felices Fiestas!

Recuerdo como si fuera ayer como eran (en Argentina) los días previos a las fiestas. Se escuchaban petardos a cualquier hora y en cualquier parte, el famoso ruidito que hacían las cañitas voladoras, que mas que nada era ruido y un triste BANG al llegar a lo más alto.
El ambiente veraniego, el calor, el mate con pan dulce por las tardes, las ganas de terminar con el año vivido, las esperanzas puestas en el entrante, las promesas, las ganas de encontrar otro trabajo, o de ascender, de terminar el colegio o la universidad, las cervecitas y las picaditas en alguna terraza de algún bar, los delivery de helado...
Las vacaciones esperaban a la vuelta de la esquina,
Uno se reunía con los que veía siempre, con los que veía de vez en cuando. El ambiente era otro... y si era verano.
Hasta hace muy poco me resultaba chocante pasar las fiestas en invierno, me costaba acostumbrarme al ambiente frío, a la ausencia de pirotecnia, al vacío de mi gente. Las charlas de terraza se convirtieron en conversaciones telefónicas, en mails y tarjetas virtuales. Los balances anuales se volvieron más extensos y los proyectos venideros más analizados. No logro descifrar si esta mutación se debe al cambio de estación o tal vez se deba a que es mi séptima celebración en este hemisferio. Es probable que el frío me haya congelado o que las circunstancias me hayan modificado.
Hoy sigo sintiendo el desierto de mi gente argentina, pero ya no añoro las fiestas en verano, me he acostumbrado a sentir las gotitas de lluvia mientras estoy escribiendo, me he habituado a los mails.
Este clima hostil me ha vencido de tal manera que todo aquello que relato en un comienzo parece lejano, tan remoto, como si hubiera sido en otra vida.

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